SCOTTISH PRE-65
3-4 y 6-11 de mayo, 2002
Kinlochleven, Escocia, Gran Bretaña
La esencia del trial clásico
Texto: Ramón Sallés
Fotos: R. Sallés, H. San Martín, I. Tamargo
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la aventura de los Scottish:

   El mayor espectáculo en el mundo del trial clásico llegaba una vez más a las tierras altas escocesas, concretamente a Kinlochleven, donde el Edinburg & District Motor Club organizaba una nueva edición de los Scottish Pre-65. Se trata, sin duda alguna, del mayor sueño para un amante al trial clásico, más de 180 participantes en un trial que rememora los Scottish de los años 50 y 60, donde sólo se admiten motos anteriores a 1965. Pasear por el paddock es todo un lujo, donde te chocarás con nombres míticos como Sammy Miller, Mick Andrews, David Thorpe, Mike Nicholson, Joel Corroy, John Green, Arthur Lampkin, Stig Karlsson, Malcolm Smith o Gordon Jackson, aquellos que copaban las primeras posiciones en los Scottish durante los 50 y 60, y que aún hoy siguen demostrando su valía pese a los años que han pasado.

   Los amantes de las motos de trial verán incrédulos modelos de lo más variado y de lo más espectacular, desde la Ariel "Gov 132" de Sammy Miller hasta la James de Mick Andrews, pasando por las Norton, AJS, Matchless, BSA, Triumph, Greeves, Royal Enfield, Sprite, Francis Barnett, Cotton... Pero lo más increible es el ambiente, ver en acción esas máquinas en su mayoría con motor 4 tiempos, en perfecto orden de marcha volviendo a pasar por las zonas del Pipeline es algo formidable. La mayoría de los pilotos superan los 50 años de edad y algunos tienen bastantes más, lo que da idea de la gran afición y lo tradicional que es el trial en tierras británicas.

   Participar en un trial como este es una experiencia inolvidable que no sólo consiste en los dos días de competición, empieza mucho antes. Dos fueron los pilotos Todotrial que tomaron parte en la competición, Mick Andrews, que resultó vencedor, y Ramón Sallés. Ramón lo vivió desde dentro y ahora nos lo cuenta en este amplio relato, empezamos con el primer reportaje post-Scottish...

SILKOLENE SCOTTISH PRE 65 TWO DAY TRIAL 2002

   El treinta de Abril es un día muy intenso, por la mañana me quedan un montón de asuntos pendientes en el trabajo que en teoría tengo que dejar atados antes de irme, la BSA esta ya preparada pero me falta la bolsa con toda la ropa, Miquel Cirera me ha llamado diciendo que ya ha llegado el camión de Montesa con las dos Triumph de Manuel Casado y Enrique Echezarreta a la fábrica de Palau, y tengo que recoger la furgoneta de alquiler, cargar las motos y todo lo demás y estar a las seis de la tarde en El Café, de Cabrianes, para encontrarme con Jaume Casadesús. Uff, vaya panorama......

Las Triumph de Echezarreta y Casado esperaban en Montesa

   Estoy ilusionado, inquieto y un poco nervioso, no todos los días se va uno a Escocia. Llevaba muchos años esperando esta oportunidad porque mi trabajo no me había permitido hasta ahora tomarme unos días "sabáticos" en pleno mes de Mayo. Total, que me lo monto en plan cronometrada de enduro, y a la una del mediodía ya he liquidado bastantes temas pendientes y estoy en las puertas de Montesa-Honda preguntando por Miquel. "Es la nave del fondo a la izquierda" me indica amablemente el guardia jurado de la puerta, al mismo tiempo que me da la identificación. Al llegar, Miquel está fuera dirigiendo la descarga-carga del camión de "carreras" de Montesa-Honda, del que bajan el material recién llegado de la prueba del campeonato nacional en Sotillo, mientras al lado, unas grandes cajas metálicas con los nombres Dougie, David y Amós contienen los pertrechos de Montesa-Honda que se van inmediatamente hacia Escocia para los 6 días, y siguen a la Isla de Man para el G.P. de Gran Bretaña puntuable para el mundial de trial. Esto sí que es un lío, y no el que tengo yo por delante esta tarde.

   En el interior del departamento de competición de Montesa-Honda, además de todas las 315 pata negra, están las dos Tiger Cub de nuestros colegas madrileños que vamos a llevarnos a los Pre-65. Las cargo en la Vito, mientras Miquel empieza a bajar unas grandes bolsas del camión y me las pasa a la furgo, "cielos, ¿que llevan estos aquí?". Mientras, aparece Amós con su típica sonrisa, "¿qué tal tío?, hay que ver como sois capaces de hacer trial con estos cacharros". Comentamos algunas cosas, las predicciones meteorológicas para el fin de semana en Inglaterra, y nos deseamos suerte, "nos vemos en Fort William".

   A todo gas hasta mi casa, en el garaje tengo toda la ropa, las herramientas y los recambios, meto la ropa y los dos pares de botas como puedo en la mega-bolsa Alpinestars, "fantástico, cabe todo", pienso, aunque después para moverla es todo un espectáculo. Esteban Arenas, de Classic Team, me ha preparado una caja con todo el recambio que pudiera necesitar, cámara delantera y trasera, unos desmontables pequeñitos pero muy útiles para transportar por si pincho, manetas de recambio, puño de gas, cables, bujías, todo perfecto. La caja de herramientas estaba ya preparada desde el último trial, o sea que no falta nada más. Todo a punto.

   Vuelta otra vez al trabajo, a ver si puedo solucionar unas cuantas cosas más antes de las cinco de la tarde. Como siempre los problemas crían, y en vez de media docena de asuntos pendientes al final son casi el doble. No importa, dentro de dos horas me voy a Escocia, pienso, y acabo con todo. Fantástico, soy libre hasta dentro de una semana.

   Los de la furgo me hacen un favor, me la traen a casa, pero ¡cielos! o mis ojos me engañan o es mucho más pequeña de lo que creía. Aquí dentro no caben cinco motos, las bolsas y tres tíos. Pues bien, resulta que cuando reservé la furgo la vi dentro de un garaje un poco oscuro y parecía mucho mayor, pero bueno, viéndolo por lo positivo seguro que por autopista podemos ir mucho más rápido que con una grande.
Cargo las Triumph, mi BSA, mi bolsa, las bolsas que me ha dado Cirera, las herramientas, el neumático de recambio, y...... aún queda sitio. Son casi las siete de la tarde, Jaume me está esperando desde las seis, hay que salir a toda leche para Cabrianes. Cuando llego ya está un poco nervioso, "a ver si le habrá pasado algo al zumbado del Ramon", pero como me conoce ya sabe que siempre llego tarde. Cargamos su preciosa BSA B40 y más bolsas, un montón de cajas de vino para nuestros amigos británicos, y salimos inmediatamente hacia Francia. La primera parada será Cahors, un poco al norte de Toulouse, donde vive nuestro buen amigo Stuart Brown, un simpático inglés afincado en Francia que es el tercer componente de la expedición.

   Una vez ya en camino dejamos atrás los nervios y las prisas de los preparativos, lo que hace cortas las cuatro horas de viaje hasta Cahors , aunque de todas formas llegamos a las doce de la noche y no sé como se lo tomarán los franceses, acostumbrados a cenar a las ocho de la tarde.

   Primera parada, Cahors

   Stuart nos recibe con una franca sonrisa y es que realmente no le ha importado esperarnos, pero toda su familia hace ya horas que duerme. Dejamos los trastos en las habitaciones que nos cede para pasar la noche y enseguida nos enseña su preciosa moto, que ha preparado con esmero para Escocia. Es una Giller (a que nunca habíais oído hablar de esta moto) a la que el bueno de Stuart ha adaptado un motor Villiers de dos tiempos. La moto tiene una pinta impecable y es pero que muy bonita.

   Cenamos y entre historias trialeras y proyectos para los próximos días nos dan las dos de la mañana. Stuart dice que como máximo a las diez tenemos que estar dentro de la furgo en dirección a Inglaterra y decidimos irnos a dormir.

   Estoy algo cansado después del ajetreo de todo el día y duermo como un tronco hasta que suena el despertador a las ocho . Jaume ya está despierto desde hace un buen rato porque Smatty, la perrita de la familia Brown, ha decidido que se duerme mejor en la cama de Jaume que en su cesto en el comedor de la casa y Madeleine, la encantadora esposa de Stuart, ha preparado un típico y abundante desayuno francés que nos zampamos en un santiamén. Stuart se toma las cosas con calma, como si para él irse a Escocia fuera una cosa de todos los días, y yo no paro de pensar como vamos a meter en la Iveco la Giller, las bolsas y el montón de herramientas que Stuart considera imprescindibles para su estancia en los highlands escoceses. Ayer le echó una ojeada a la furgo absolutamente abarrotada y sin fijarse demasiado dijo que no había problema.

En Cahors recogimos a Stuart y su preciosa Giller

   Bueno, lo primero que hay que hacer es descargar la furgo y poner las motos más juntas. La Triumph de Enrique, que es la más pequeñita, cabe montada sobre el paso de rueda, bien, ya hemos ganado veinte centímetros. Me he traído neumáticos viejos y los ponemos entre las motos para que no se toquen los depósitos o los cárteres durante el viaje, buena idea, atamos las motos de manillar a manillar y poco a poco empezamos a darle la razón a Stuart. Madeleine, no obstante, sigue apostando a que no nos cabe todo, pero cuando hemos recolocado las dos BSA aún queda sitio más que suficiente para que la Giller viaje como toda una señora en el lado derecho de la furgo, cubierta por una manta, eso sí. Las bolsas caben apiñadas al final de la furgo, pero habrá que tener cuidado al abrir el portón trasero, ya que el "alud" puede ser importante.

   Son las diez y cuarto de la mañana, llueve con fuerza en Cahors, y enfilamos la carretera que nos tiene que llevar después de diez horas al puerto de Cherburgo para cruzar en el ferry hacia Gran Bretaña. Respiro hondo, el sueño empieza a hacerse realidad.

   Y diez horas más tarde, Cherburgo y el ferry

   No os aburriré con los detalles del viaje, entre otras cosas porque a mi se me hizo corto, y es que Stuart es una fuente inagotable de información sobre motos clásicas, sus amigos ingleses (es del mismo pueblo que los Lampkin), y un montón de historias más. Total, que a las ocho de la tarde estamos aparcando la Iveco frente a la terminal del ferry que nos debe llevar a Inglaterra. Stuart ya había reservado los billetes con mucha antelación (dato importante), pero en la terminal casi no hay gente, y es que el primero de mayo es una buena fecha para viajar, porque nadie lo hace.

El puerto de Cherburgo

   Esperaremos en el bar de la terminal hasta las diez, que es la hora en la que nos han dicho que tenemos que embarcar con la furgo, y mientras tanto por la TF1 van a transmitir el Madrid-Barça de la vuelta de la Champions. Los franceses ahora son todos pro Madrid porque Zidane juega con los blancos, y Jaume y yo tenemos que asumir el papel de eternos sufridores con el Barça. La verdad es que no están jugando nada mal, pero de repente llega Raúl y mete el balón por toda la escuadra. Adiós Barça, nos vamos a Inglaterra, aunque cuando pasemos por Glasgow nos acordaremos de que con un poco de suerte y más valentía de un entrenador cobarde podía haber llegado el Barça a la final. Aunque siendo realistas hay que admitir que el Madrid es mucho mejor que nosotros esta temporada.

   En fin, que nos metemos en la furgo, nos indican una fila numerada en el suelo, Stuart sale disparado y al cabo de medio minuto ....... estamos dando vueltas a toda leche por el puerto de Cherburgo intentando saber donde diablos está nuestro ferry. Los aterrados vigilantes del puerto nos localizan y con cara de muy pocos amigos nos dirigen otra vez a la fila correcta, que nuestro "piloto" británico había perdido tras la pasada de frenada en la primera curva. En fin, aparcamos detrás de un par de camiones y algún autobús, y detrás de nosotros casi no entra ningún otro coche. Vamos a tener un barco prácticamente para nosotros solos.

En Cherburgo hay mucho tráfico de ferrys a Gran Bretaña

   Perfecto, hay hambre y el restaurante del ferry está a nuestra disposición, además solo estamos nosotros tres y otras dos personas en otra mesa. Stuart sigue hablando de motos, aunque poco después la conversación cambia de tercio y empieza a intentar convencernos de que las chicas escocesas no son nada bonitas, y que las inglesas tampoco. La que sale en los anuncios de whisky escocés por la televisión no está nada mal, pero bueno, nunca he estado en Escocia. De las inglesas pasa a las australianas, sobre las que Stuart opina que son fantásticas, aunque dice que los australianos varones están todos pirados y les van más los deportes de riesgo o la caza de cocodrilos que sus chicas. Quiere que el camarero británico corrobore sus palabras, pero resulta que el tío es ¡ australiano ! y vive en Santander porque su novia es española, y él casi siempre trabaja en el ferry que hace el trayecto entre esta ciudad y Gran Bretaña. El mundo es un pañuelo. Arreglamos como podemos el tema de los australianos mostrando nuestros respetos por Mick Doohan y acabamos hablando en español con el australiano ante la mirada sorprendida de Stuart, que no entiende nada.

   Nos entra el cansancio y nos tenemos que ir a dormir. El ferry empieza a moverse y dejamos el puerto francés cerca de las doce de la noche. La travesía va a durar casi siete horas, y es que resulta que los barcos pagan un pastón por cada hora que pasan amarrados en el puerto y es mucho más rentable salir a alta mar y cruzar el Canal de la Mancha a muy poca velocidad esperando que a las siete de la mañana pueda entrar en el puerto de Portsmouth (antes no es posible), que tener el barco en Cherburgo hasta las tres y luego zarpar. Total, que tenemos tiempo más que suficiente para echar una buena cabezadita, y por poco dinero podemos cambiar nuestros asientos de clase económica por los de primera.

Jaume y yo junto a la furgoneta

   Good morning, You are in England

   Son las seis de la mañana, nos despierta el camarero que además trae croasants y café con leche, ya ha amanecido y empieza a divisarse la bocana del puerto de Portsmouth. Desayunamos y salimos con Jaume a la proa del barco, hace fresco y enseguida estamos despejados. El puerto es una de las principales bases de la marina británica y el número de barcos de guerra es espectacular, no te cansas de verlos, además hay un barco de época, también de guerra, como los de las películas de piratas, es precioso.

   Bueno, atracamos y bajamos con Stuart a la furgoneta, en pocos minutos abren las compuertas del ferry y ya estamos pisando suelo inglés. Esta vez Stuart no se pierde, entre otras cosas porque está lleno de empleados indicando el camino. A los pocos metros empiezan los controles policiales, y es que aunque Gran Bretaña forma parte de la Comunidad Europea, parece que no lo tienen muy bien entendido, aunque ellos aseguren que es por temas de seguridad y terrorismo.

   Jaume no tiene pasaporte, porque dice que para moverse dentro de la CEE solo hace falta el DNI y como Gran Bretaña es Europa....., Stuart lleva un pasaporte británico caducado y yo llevo el mío en regla. Pasamos el primer control con observaciones sobre el pasaporte de nuestro amigo inglés. Llegamos al segundo control y nos apartan de la fila discretamente, indicándonos el camino de una especie de sala donde aparcamos la furgo. Mierda, son capaces de obligarnos a descargarla. No le dan ninguna importancia a que Jaume no lleve pasaporte, y a Stuart solo le dicen que por favor renueve su pasaporte británico, pero el mío está lleno de timbres de entrada y salida de China y parece que no les hace mucha gracia. Bueno, les explico el porque y ahora viene el turno de la furgo. Miran, remiran y preguntan otra vez, a ver si nos pillan a contrapié, hasta que llega otro aduanero que dice tener una BSA, Stuart se enrolla como una persiana con la mar de detalles técnicos y se dan cuenta de que las motos no son ninguna tapadera para entrar ilegalmente en las Islas, o sea que somos verdaderos pilotos de trial que vamos a Escocia. Let's go.......

   Gran Bretaña de sur a norte, Birmingham y Yorkshire

   Inglaterra es uno de los países con más tránsito que he visto en mi vida, solo Bangladesh les supera y es que estos solo tienen una carretera para todo el país. Nada más salir del puerto de Portsmouth entramos en una autopista, la M3, la dejamos por la M25 y seguimos por la M1. Todas gratuitas, eso si es cierto, ya que no hemos visto una sola cabina de peaje hasta ahora. Pasan las horas, pasan las millas y pasan un montón de coches a los que adelantamos con la Iveco lanzada a lo que da. Es pequeña pero matona nuestra furgo. Stuart dice que los radares en Inglaterra son cámaras fijas instaladas en las carreteras, y de hecho nos topamos con carteles anunciándolo con frecuencia, pero como la furgo no pasa de 150 y la velocidad máxima son 130 no pensamos que vayamos a tener problemas.

   El sur de Inglaterra está congestionado, hay tráfico, ciudades, fábricas, pero poco a poco y a medida que vamos avanzando hacia el Norte el paisaje es más relajante, con inmensos prados verdes y miles de vacas pastando. Ahora ya entiendo porque tuvieron que paralizar todo el país por el problema de las vacas locas.

   A mediodía pasamos por Birmingham, y Stuart nos recuerda que en esta ciudad es donde se construyeron nuestras BSA, les echamos una ojeada por la ventanilla interior de la furgo y la verdad es que se las nota algo emocionadas. Estas inglesas.......

   A medida que vamos acumulando millas empiezo a hacerme una pregunta, y es que de momento no he visto ni una sola montaña, apenas algunas colinas llenas de pastos y árboles, no hay grandes rocas, no hay desniveles importantes. Entonces, ¿dónde coño practican el trial todos los ingleses?. Bueno, pues teniendo a un inglés sentado a mi lado lo mejor es preguntárselo, y Stuart me dice que en el Sur y centro de la Isla hay pocas zonas con tradición trialera, pero que más adelante ya veremos cosas interesantes.

   Más millas y al fondo aparecen unas "montañas" un poco más altas, aunque no tienen nada que ver con nuestros Pirineos, más bien parece la Sierra de Madrid en pequeño. Stuart, orgulloso, señala con el dedo y suelta la frase lapidaria: "Esta es mi tierra, aquí es donde se hace el mejor trial en Inglaterra. Estamos en Yorkshire, la tierra de los Lampkin". Tiene razón el sajón, y es que ahí sí que se puede hacer trial.

   Estamos en Escocia !!!

Esto es Escocia!!!

   Seguimos camino y el paisaje empieza a cambiar, las colinas son cada vez más altas y casi sin darnos cuenta pasamos un cartel anunciado que estamos en Escocia. Gritos de júbilo, un poquito de cosquilleo por la emoción y mucho cachondeo con Stuart diciéndole que queremos pararnos en la tumba de William Wallace para rendirle homenaje. Stuart es inglés y parece que los héroes escoceses de las guerras contra el rey Ricardo de Inglaterra no le hacen demasiada gracia, en su opinión no eran nada más que un puñado de bandidos, pero Mel Gibson ha cambiado la historia con Braveheart.

   Total que mantenemos nuestro apoyo a los escoceses y poco a poco vamos empezando a prepararnos para lo que llega, unos paisajes fantásticos, llenos de colinas bastante más altas de lo que hemos visto hasta ahora y las vacas sustituidas por las ovejas, aún preparadas para el frío con una lana larguísima, lo que las hace tener un tamaño impresionante. Las colinas tienen un color marronoso, de hierba seca por culpa del frío invernal, y están cortadas por una especie de torrenteras, sin agua, formadas por grandes rocas, que suben serpenteando hasta una buena altura. Stuart se apresura a explicarnos lo fácil que es marcar zonas en estos terrenos, basta poner una puerta de vez en cuando en la torrentera, no te puedes salir de ella porque no puedes subirte a causa de la hierba alta y el resultado es ...... la zona más natural del mundo. Empiezo a intentar imaginarme como serán las zonas de mañana y pasado mañana, tiene que ser alucinante.

   Pasamos cerca de Edimburgo y Glasgow y continuamos hacia el Norte, en un par de horas tenemos que estar en Kinlochleven, cerca de Fort William. El paisaje continua cambiando, no de color, sino de forma, las montañas son más altas, las carreteras más escasas y empezamos a ver grandes lagos. De repente suena el móvil, es Manuel Casado que ya está en el paddock con Enrique Echezarreta y quiere saber cuanto nos falta para llegar, en una hora tenemos que estar con ellos.

   Empezamos a pasar por sitios donde hay grupos de zonas de los Seis Días, los reconozco por los nombres de los carteles al lado de la carretera aunque estamos aún a casi cuarenta kilómetros de Fort William. En Glencoe es donde se hospedaron Jaume y Stuart el año pasado y de ahí parte la carretera en dirección a Kinlochleven. Estamos comentando con Stuart quien es el favorito para la victoria en Pre-65 y dice que Mick Andrews, aunque no está seguro de sí va a participar, pero al minuto aparece en dirección contraria el Audi de Mick con la James tapada con su típica funda y colgada en la trasera del coche, mientras empezamos a ver más coches con remolque cargando las clásicas, una preciosa Tiger Cub, una Greeves,.....

   Para llegar a Kinlochleven la carretera bordea un gran lago, que no es nada más que un brazo de mar que penetra hasta casi el corazón de Escocia. Aquí el Atlántico tiene grandes entradas y cerca de Fort William, un poco más al Sur, es donde Gran Bretaña más se estrecha. Stuart se apresura a indicarnos que la mayoría de zonas están al otro lado, mientras que el recorrido del segundo bucle está justo por donde vamos a pasar ahora. A los pocos kilómetros empezamos a ver las banderitas de color naranja que marcan el recorrido en los prados que bordean la carretera y enseguida estamos en el pequeño Kinlochleven.

Kinlochleven, el pueblo donde está el Pipeline

   Por fin llegamos a Kinlochleven

   Justo a la entrada del pueblo paramos y es que las verificaciones administrativas se hacen en una especie de antigua tienda, en una esquina. Stuart aparca encima de la acera y nos ponemos a la cola, hay que ir rápido porque son casi las siete de la tarde y aquí se cena muy temprano, además de que es conveniente llegar a la hora acordada al hotel, no fuera caso de que hubiera overbooking y les dieran las habitaciones a otros.

   Pasamos las verificaciones sin problemas, aunque tenemos que hacernos socios del moto club para que nos expidan la licencia para participar. De todas formas el coste es ridículo, apenas tres libras, y la inscripción tampoco es nada cara. Los ingleses han tenido que pagarla por adelantado, pero a nosotros nos dejan pagarla al llegar, todo un detalle. Lo único que les cabrea es que algunos participantes extranjeros se apuntaron en la última edición y al final no aparecieron ni avisaron, y eso es una mala jugada para los organizadores, que dejan de ingresar el importe de la inscripción, y también para alguno de los casi trescientos pilotos a los que se la han rechazado, ya que el número de participantes está limitado a ciento ochenta.

   Nos dan toda la documentación y la placa de número, que es negra, de buen tamaño y con los números en amarillo, exactamente igual a la placa que llevaban las motos de los posters de los Seis Días que tenía colgados en mi habitación de jovencito, emocionante. De todas formas nos dicen que hay que devolverla al finalizar los Dos Días, y que en caso de no hacerlo te descalifican de la prueba. Una pena, me hubiera encantado poder quedarme con ella, además tengo el 19, un número que me gusta.

En el Paddcok verificamos y ponemos las placas portanúmero

   El paddock está en Aluminium Works y es bastante grande aunque ya está atiborrado de furgos y motor homes. Nos encontramos con nuestros compañeros madrileños, comentamos el viaje y lo cansados que estamos mientras descargamos su bolsa con los equipos. Ahora resulta que las otras dos bolsas que me cargó Miquel Cirera no son ni de Enrique ni de Manuel, y por tanto son de alguien que va a correr los Seis Días. Las cargamos otra vez y ya intentaremos dar con Cirera en Fort William.

   Salimos zumbando al hotel, que está a menos de un kilómetro del paddock, justo encima del pueblo y con una vista preciosa. Además el patio está lleno de motos de carretera, entre ellas un par de preciosas Ducati. Es una antigua casa señorial inglesa reconvertida en hotel por sus propietarios, y aunque no es muy lujosa, tiene un abolengo impresionante. No hay ningún problema con las reservas, de las que Stuart ya había pagado una cantidad a cuenta, y después de dejar las bolsas en las habitaciones nos vamos enseguida a cenar. Como si no me lo hubieran advertido muchas veces cuando viajo a mi se me ocurre pedir Roast Lamb, imaginándome un apetitoso corderito a la brasa, y cuando me traen el plato casi me mareo solo con el olor, y es que en Gran Bretaña matan a los corderos cuando tienen un peso muy superior a cuando lo hacemos aquí, y el olor y sabor a lana ( o a cordero vivo, como prefiráis) es inaguantable. Total, que soy incapaz de comerme un solo bocado y además empiezo a encontrarme mal.

   Charlas en el Pub

Solo monta en moto en los Pre-65, pero Mick Wilkinson es
una auténtica leyenda en Escocia

   Después de cenar Jaume y Stuart deciden irse al pub del pueblo a ver el ambiente, y aunque al principio había decidido irme a dormir, al final opto por acompañarlos, a ver si una buena cerveza me quita el sabor a "sheep" que me ha dejado el estómago hecho una porquería. Aparcamos otra vez en el paddock, y la mayoría de gente ya está en los motorhomes y las caravanas cenando. De repente nos encontramos con Mick Wilkinson y su hijo, que le prestaron la moto a Jaume hace dos años, es un buen amigo y paisano de Stuart y nos vamos juntos al bar, un típico pub inglés lleno de gente tomando cerveza, una mesa de billar, los dardos y un ambiente genial. Nos sentamos en una mesa y empezamos a charlar de trial con los Wilkinson.

   Ellos son de Yorkshire, vecinos de Stuart, y tanto Mick como su hermano Bob fueron de los mejores pilotos de trial de su época. Bob llegó a ganar los Seis Días en la década de los setenta, por delante del mismísimo Andrews, y Mick acabó en el podium en varias ocasiones. Fue piloto oficial de Greeves y con posterioridad de Ossa, de la que conserva excelentes recuerdos y un gran aprecio por todos los componentes de fábrica.

   Empezamos a hablar de lo mucho que ha cambiado el trial, de la magia de los Seis Días, de las motos de la época, de las motos españolas, de la gente de Ossa y de los pilotos españoles de aquellos años. Mick opina que el mejor piloto español antes de la llegada de Tarrés y del trial moderno era sin duda Manel Soler. Según Mick tenía de lejos el mejor estilo de todos los españoles, y solo Gorgot llegó a estar a su altura, aunque a Toni no le gustaba nada viajar y eso le influía en los largos desplazamientos del mundial de entonces.

   Una anécdota curiosa es que a Rob Shepperd, el excelente piloto británico oficial de Honda le pasaba lo mismo, y cuando dejaba su granja y las excelentes comidas que le preparaba su madre se le venía el mundo encima. En una ocasión, mientras participaba en los Seis Días de Escocia no pudo soportarlo y al cuarto día hizo las maletas y se fue para casa, aunque estaba entre los primeros de la clasificación. Toni Gorgot en cambio llegó a ganar en Escocia delante de toda la flor y nata del mundial, toda una hazaña.

   Sobre las motos, Mick es una hombre Ossa por los cuatro costados, y no le hables de las bondades de los motores Bultaco o las excelencias del chasis Montesa porque no te hace ni caso, simplemente la Ossa era la mejor. Las motos españolas acabaron de cuajo con las trialeras inglesas porque simplemente eran extremadamente superiores en todo, los motores eran mucho más potentes y rápidos, los chasis permitían hacer cosas impensables para una cuatro tiempos británica y el peso era casi un cuarenta por ciento menor. Dice Mick que simplemente no había nada que hacer, había empezado una nueva era para el trial, como la que empezó con Tarrés, pero en este caso las motos fueron las que marcaron las diferencias, aunque hay que decir que con Tarrés también llegaron las motos super ágiles adaptadas al nuevo estilo de pilotaje.

Continuará... un paddock impresionante...

   Pasaron casi un par de horas en el pub y decidimos que el día siguiente es demasiado importante como para acostarnos a las dos de la mañana, o sea que nos volvemos al hotel, mientras que los Wilkinson tienen un camino algo más largo hasta Fort William, casi treinta y cinco minutos de coche.

   Stuart y Jaume comparten habitación y ronquidos, o sea que tengo la suerte de tener una habitación solo para mí, y una pared que reduce un poco los "fonos" de la habitación vecina. Estoy muy cansado y puedo dormir de un tirón hasta que a las siete de la mañana me despierta la luz que entra por la ventana (en Inglaterra no tienen persianas, y en nuestro hotel las cortinas son de lo más traslúcidas que he visto en mi vida).

   Total que echo una ojeada al panorama y veo que el cielo tiene un espléndido color azul, muy limpio, y el día parece que va a ser soleado. Nos encontramos con Jaume y Stuart en el comedor, donde un English breakfast nos espera. La opinión de los veteranos es que hay que intentar comer fuerte por la mañana porque al mediodía no sobrará mucho tiempo para comer durante el trial. Les hago caso y además tengo hambre (ayer no cené), nos montamos en la Iveco y salimos disparados hacia el pueblo.

   ... Continuación... Un Paddock impresionante...

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